Todo empezó el viernes 20 de abril de 1906, después de las 20h00 en el comedor de internos del Colegio San Gabriel de Quito, Ecuador, ubicado en las actuales calles Benalcázar y Espejo, centro histórico de la ciudad. Esta lámina formaba parte de un conjunto de tres, impresas en Francia, que los Sacerdotes de la Compañía de Jesús habían comprado años antes a un comerciante de objetos religiosos.
Cuarenta personas entre estudiantes del San Gabriel, religiosos jesuitas y personal de servicio vieron que los ojos de la imagen grabada en la oleografía se abrían y cerraban. El fenómeno se extendió a lo largo de unos 15 minutos y se repitió en horas y días posteriores. El 5 de julio del mismo año el P. Alfonso Laenen S.J. "vio llorar a la imagen" y es el único testigo que habla respecto de ese otro fenómeno.
El Proceso Canónico (investigación) que se abrió de inmediato y que concluyó un mes después, reunió a teólogos, científicos, artistas y médicos y concluyó:
1. "El hecho....está comprobado como históricamente cierto"
2. "Este hecho en las circunstancias en que acaeció no puede explicarse por las leyes naturales"
3. "Este hecho por los antecedentes y consecuencias no puede atribuirse a influjo diabólico"
Los videntes del Milagro en una fotografía realizada en 1906, en el mismo lugar del Milagro.
Para la época en que ocurrió el suceso la sala medía 22 metros de largo por 7 metros de ancho y estaba dividida en dos partes con una mampara, por lo que el comedor propiamente dicho de los internos (estudiantes procedentes de provincias que vivían dentro del Colegio) medía 13 metros de largo por 7 metros de ancho.
Para el 20 de abril de 1956, cuando se cumplieron 50 años del Milagro, el Papa Pio XII dispuso la Coronación de la imagen como "Reina de la Educación Católica en el Ecuador" y compuso una oración litúrgica con el siguiente texto:
!Oh Dios, que nos encomendasteis al especial patrocinio de la Virgen María Dolorosa, concédenos propicio a quienes la veneramos como Reina de la Educación Católica de los jóvenes, la sigamos siempre y en todas partes como MAESTRA de la fé incontaminada y de solícita piedad".
Para más o menos la epoca en que ocurrió el Milagro una lámpara vótiva colocada para iluminarla, se volcó e incendió, afectando al vidrio que la protegía el que se rompió, el marco de madera y las colgaduras. La litografía se ennegreció pero fue limpiada y recobró su estado natural, excepto por dos manchas en uno de los brazos de la imagen que existen hasta la actualidad y que prueban su autenticidad.
Uno de los videntes, Jaime Chávez Ramírez, que tenía 11 años cuando ocurrió el Milagro y que murió en 1979 luego de fundar la Escuela Politécnica Nacional, dijo que a la imagen vio "mover los ojos como agonizante". Otro testigo, Pedro Rivadeneira, dijo que la imagen tenía los ojos abiertos naturalmente y después los cerraba por completo.
El Salón del Milagro abierto al culto de los devotos
En abril de 1906, cuando ocurrió el Milagro, Quito era una ciudad que tenía 50.000 habitantes. Tras el proceso canónico la imagen pudo ser vista por el público, se organizó una celebración religiosa entre el 4 y el 6 de junio del mismo año y se pronunciaron varios sermones entre ellos uno del P. Ceslao Moreno O.P. con el tema "El Milagro de la Dolorosa, aliento de las esperanzas". Por orden de las autoridades liberales de ese entonces el cura Moreno fue citado por la Policía para que explique su sermón.
Al pie del cuadro del Milagro había un poyo o muro de unos 40 centímetros de altura, desde el cual los videntes del hecho observaron con mayor comodidad sus detalles. Con posterioridad se compuso el Himno a la Dolorosa, que aun se lo interpreta, con la autoría del P. José María Pérez del Pulgar y música del español Legarra.
El acto de coronación papal de la imagen de la Dolorosa ocurrido en 1956, se realizó en el Estadio de el Ejido, con la asistencia, entre otras autoridades del Presidente de la República, José María Velasco Ibarra, quien realizó su Secundaria en el Colegio San Gabriel de los Jesuitas. Luego de la ceremonia se transmitió por radio una alocución desde el Vaticano del Papa Pio XII, quien luego envió su bendición.
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